Lo confieso: tengo
muchos problemas para aprender matemáticas. Creo que podría hablar durante una
hora de cualquiera de las otras siete competencias sólo con su título, pero
esta se me escapa. Bien es cierto que soy persona de letras, de aquellas que en
COU optaban por el latín con el gusto del orfebre por una pieza preciosa aun a
sabiendas de que no tiene utilidad práctica.
El problema es que creo
que esta incapacidad mía la comparto con muchos compañeros y compañeras, según
he podido percibir en distintas sesiones dedicadas a la incorporación de las
competencias básicas a la práctica docente. Todo el mundo sabe o puede imaginar
qué es la competencia en comunicación lingüística e incluso cómo trabajarla
(eso no quiere decir que el conocimiento sea adecuado o simplemente correcto
pero algo es algo), pero no ocurre así con la competencia en razonamiento
matemático.
Para empezar muchos no
comprendemos qué utilidad tienen las matemáticas en la vida cotidiana. Creemos
que con controlar ciertas cuestiones básicas (sumar, restar, multiplicar,
¿dividir?, una regla de tres,…) podemos sobrevivir eficazmente así que, ¿para
qué todo lo demás?
Sin embargo, una noticia
de El País me hizo pensar: Matemáticas para estudiar desde los vasos sanguíneos
a los retos de las misiones a Marte. La inauguración del Instituto de
Matemática Interdisciplinar de la Universidad Complutense de Madrid sirvió a la
periodista como excusa para redactar una noticia acerca de la importancia de
las Matemáticas en la investigación. ¿Ocurrirá igual en la vida cotidiana?
Y mi problema, ¿tiene
solución?¿Tengo realmente un problema con las matemáticas?¿O tengo un problema
con las matemáticas que me enseñaron a mí – y con cómo me las enseñaron? Quizás
haya mucha gente que en lugar de tener este problemita mío con las matemáticas
lo tengan con, digamos, el inglés: que han pasado muchos años estudiándolo pero
a la hora de la verdad “su inglés” no es “útil para la vida”.
¿Y si en educación, en
lugar de la célebre frase de “el medio es el mensaje”, pudiéramos decir “mi
forma de enseñar es la principal lección” porque “mi forma de enseñar es tu
forma de aprender”?¿Y si la clave en toda esta historia no fueran los
contenidos, sino las formas?
¿Podemos cambiar las
formas de enseñar? Creo que sí.